Hotel Consolación
Pasar de largo por Monroyo, en el corazón de la comarca turolense del Matarraña, no será tan fácil a partir de ahora. Las paradas habituales para hacerse con uno de sus jamones, recoger unas setas o unas trufas de temporada, podrán extenderse gracias a un hotel nuevo, singular, construido a las afueras del pueblo, junto a la ermita de Consolación.
La obra firmada por el estudio Camprubí i Santacana Arquitectes es una apuesta innovadora. Consta de un caserío central donde se concentran los servicios y las áreas
comunes, más diez habitaciones edificadas en forma independiente.
Del hotel, que le roba el nombre a la ermita, llama la atención su gran vocación naturalista. Las habitaciones, para empezar, no son habitaciones clásicas, sino cubos
individuales revestidos de madera, colocados a unos 100 metros del núcleo central del hotel sobre un acantilado al que se llega por un jardín natural de romero y tomillo.
Se llaman kubes: 36 metros cuadrados de arquitectura sencilla, casi minimalista. Suelo de pizarra negra, bañera excavada en el mismo suelo, baño con ducha aparte, chimenea colgante, butaca y luz de lectura para una novela.
Cada kube cuenta con gran ventanal y terraza orientada a poniente, marco de una vista en la que sólo entran montañas de perfil suave, forradas de pinos. Ni una construcción en el horizonte. Privacidad absoluta.
Una vez dentro no es fácil salir de Consolación. Todos los espacios del núcleo central son polivalentes y están interconectados de manera de generar una sensación de unidad global. Así, el área de descanso puede ser un lounge o una sala de reuniones, y la recepción, un bar durante la noche.
La cocina, que suele ser territorio vedado en casi cualquier hotel, es un punto de encuentro en Consolación. Está abierta a todas horas y sobre el mostrador, en todo
momento, hay bebidas y alimentos de libre disposición. Desayunos, almuerzos y cenas se sirven en un antiguo cobertizo transformado en comedor de piedra, madera, acero y cristal. Los platos se basan en los productos del Matarraña y respetan las estaciones del año.
El diseño interior de Consolación está pautado por la esencialidad y el confort. La mayoría del mobiliario fijo forma parte de la arquitectura. Los materiales nobles y
cálidos como la pizarra, el pino cuperizado, el wengue, y la chapa metálica predominan tanto en las habitaciones como en el núcleo central.
Consolación es un hotel pequeño. Sólo tiene doce habitaciones. Diez son kubes y dos ocupan el primer piso de la antigua vivienda del ermitaño, un edificio de origen
barroco, como la iglesia, aunque la ermita es mucho más antigua, del siglo XIV. La dimensión, la organización del espacio y, sobretodo, el concepto de un hotel muy próximo al cliente, facilitan los encuentros de grupos pequeños y la organización de seminarios.
El proyecto se completa con una piscina exterior desde la que se domina todo el paisaje en un entorno de máxima privacidad y tranquilidad. Este aislamiento sería im-
posible en un hotel normal. Consolación, sin embargo, ha sido construido pensando una tranquilidad amable, divertida, inspirada en la arquitectura de Craig Ellwood,
mezcla del racionalismo germánico de Mies van der Rohe y el informalismo del sur de California.
Puestos a salir del hotel, nada mejor que el camino de Santiago, que pasa por la misma puerta de la ermita en ruta desde Tortosa a Zaragoza. Caminos hay muchos más, para recorrer a pie o en bicicleta, para cazadores y pintores. Muchos llevan hasta el río Matarraña, que puede remontarse sobre pasarelas que salvan los cañones más.
Puestos a salir del hotel, nada mejor que el camino de Santiago, que pasa por la misma puerta de la ermita en ruta desde Tortosa a Zaragoza. Caminos hay muchos más,
para recorrer a pie o en bicicleta, para cazadores y pintores. Muchos llevan hasta el río Matarraña, que puede remontarse sobre pasarelas que salvan los cañones más
angostos. Otros mueren en cuevas con pinturas prehistóricas que son patrimonio de la humanidad.