RESIDENCIA DE MAYORES Y CENTRO DE DÍA
La Residencia de Mayores y Centro de Día en la c/ Mieses nº30 de Valladolid parte de la idea de entender el proyecto como un parque con un edificio. La parcela, ubicada en una zona de expansión suburbana anodina, propia de principios de este siglo, se halla en una zona intermedia, de frontera, entre un vial de gran capacidad y un parque urbano donde los árboles han conseguido alcanzar un porte considerable; rebasando la altura de algunos edificios próximos. Esta condición fue la base para considerar el parque como punto de referencia del proyecto; debiendo mimetizarse con él – por ejemplo, a través de sus carpinterías - ; considerando las luces y sombras de sus árboles – imitándolas, a través del juego orgánico de volúmenes entrantes y salientes -; o aprovechando la condición de sus hojas caducas que determinan con su color, brote y desaparición el paso del tiempo, al igual que si fuese un reloj, ayudando en su medida a fijar los meses en las personas con vulnerabilidad cognitiva.
Los árboles, el parque, la naturaleza domesticada urbana no sólo era el punto de partida del edificio sino también un apoyo terapéutico para los mayores. Concebido el edificio como una serie de plazas que se suceden en altura – siendo la principal la que se ubica en planta baja – sobre las que gravitan las habitaciones – reforzando el carácter de colectividad al tiempo que se mantiene la individualidad - cada una de ellas se vuelca al parque, a sus copas, de tal manera que la presencia de la naturaleza, a partir de grandes ventanales, siempre está presente en la vida en comunidad.
Su interior, sus plazas, sus rincones y calles, concebidos como una ciudad en un edificio, se revisten de maderas de roble, bloque de hormigón desnudos, techos de tablero de viruta, plantas de interior; convirtiendo el conjunto de la residencia en una experiencia táctil - alejada del concepto estéril hospitalario que trasmiten la mayoría de ellas -, forzando la estimulación sensorial a partir de la materia y la luz, nuevamente protagonista al deslizarse y filtrarse a través de los claroscuros de ramas y hojas. Más que un edificio, la residencia es un lugar que intenta ser hogar.
La complejidad de la parcela – un triángulo escaleno con un lado curvo – forzó un desarrollo escalonado de su frente más urbano, generando una plaza de acceso para disfrute de familiares, amigos y residentes; dotando al edificio, también, de un carácter urbano, de un espacio intermedio entre la ciudad y la casa.
Materialmente, la argamasa del conjunto es la luz, unificando y penetrando entre los abanicos del edificio. Esta, y su especial manera de tocar la materia, permite que el sencillo bloque de hormigón blanco y gris– ayudado de una adecuado aparejo- adquiera la nobleza para la que no estaba pensado. Los detalles definidos para su ejecución, la manera en que los perfiles se conectan con los lienzos, o el despiece de sus carpinterías alejan al edificio del registro industrial por el artesanal; manual, ejecutado en el lugar, en el que se aprecia el esfuerzo de los oficios, haciendo que el edificio no sólo sea próximo a sus residentes sino también a sus ciudadanos.