La necesidad de ampliación del actual Centro de Investigaciones Biomédicas, en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada, promovido por la Universidad de Granada, se produce en su propia parcela, amortizando un resto de edificabilidad. Este edificio alberga uno de los complejos de investigación básica más avanzados de Andalucía. El singular programa que debía albergar el edificio ampliación radicaba en la instalación de una sala de protección biológica tipo P3, algo parecido a un “bunker biológico” en el que ninguna contaminación puede entrar ni salir; además de una sala RMN, otro “bunker”, en este caso radiactivo, para el estudio y tratamiento de pequeños roedores; además de diversos laboratorios de investigación básica y otros espacios accesorios.
El nuevo edificio presenta 5 niveles, reservando el inferior en semisótano para los usos con más necesidad de aislamiento biológico. Los laboratorios, que se elevan en el resto de plantas, necesitan una generosa iluminación, participando de una doble orientación. Desde el principio el cometido que iba a desempeñar esta ampliación fue nuestra línea de investigación formal, en la búsqueda de la idea del proyecto lo más consecuente con su fin último. Todos hemos visto, en alguna ocasión, esas imágenes que producen las planchas de microscopio en la investigación básica. Aumentadas miles de veces, abstraídas de su contexto original, se convierten en manchas de colores abstractas, sin comprensión alguna para un profano, que forman composiciones tan atractivas como extrañas. Esas imágenes suelen provenir del uso, en investigación básica, de una sustancia llamada Cyber green, un pigmento verde que funciona como un foto-estimulador que traslada a una imagen los testigos y resultados que un ensayo concreto produce. En la imagen resultante, la composición y los colores vienen derivados por el tipo de ensayo y por los testigos que se están buscando, siendo los cambios, la tonalidad, la intensidad, u otros detalles, significativos del resultado del ensayo. Esta es la idea que soporta la imagen de su fachada principal, la más expuesta y llamativa.
La escasez de recursos económicos con la que fue planteada toda la obra fue un argumento decisivo en la búsqueda de una arquitectura igualmente de escasos recursos materiales. Formalmente el edificio se configura como una cinta continua de hormigón gris desnudo, que aloja una caja vítrea y translúcida que flota sobre el suelo. Los filtros de luz que se producen a su través, con el uso del vidrio y la vegetación, crean espacios dinámicos y cambiantes a lo largo del tiempo y las estaciones. De este modo sólo dos materiales recrean todo el juego espacial y volumétrico: hormigón y vidrio. El hormigón de la estructura y los muros de cerramiento, y el vidrio que envuelve los laboratorios y el lucernario de sótano. Nada más.
El edificio, como ampliación de un edificio matriz, se ubica conectado físicamente a él, pero ligeramente separado mediante un patio exterior y abierto, que permite la iluminación de ambos edificios, anterior y nuevo. Es así tecnológicamente dependiente del antiguo y sus instalaciones se comparten, reduciendo de este modo la necesidad de equipamiento y costes. En la ampliación las instalaciones se distribuyen por un conducto vertical que recoge los suministros científicos (vacío, N2, CO2, agua destilada, gases medicinales…) y no científicos (clima, fontanería, saneamiento, electricidad y teleco). No obstante, a pesar de su vinculación, el nuevo edificio es claramente exento quedando unido en cada planta con el anterior por una galería ligera y volada que permite el paso de personas e instalaciones.
Los laboratorios de investigación básica se ubican a lo largo de todo el frente sur-este del edificio, con vistas directas hacia la Sierra Nevada y el propio Parque Tecnológico. Esta fachada, además del contenido ideático que se argumenta, emplea ciertas medidas de control bioclimático que conviene repasar. La insolación directa queda protegida mediante un “colgado” de vegetación autóctona, de hoja caduca, plantada sobre maceteros que apoyan en una pasarela de mantenimiento que recorren el frente de norte a sur. Son precisamente los maceteros, conforme a la idea ya expuesta, los que aportan, con su juego cromático, la lectura que se pretende. Se ha buscado dotar a cada laboratorio de un pequeño jardín exterior que los propios investigadores puedan hacer suyo, e incluso mantener. Es una estrategia que vincula investigación y ocio, trabajo y descanso.
La doble fachada funciona además como un filtro solar para los momentos en que la incidencia es más vertical. Las plantas colgadas se riegan gracias al agua que recoge el aljibe de cubierta, que recibe el agua de lluvia. La vegetación, escogida de plantas locales, y compuesta según su coloración, propiedades de hoja, durabilidad y forma, se enreda y sube por los cables de acero continuos, creando así un tapiz de sombra en verano, y permitiendo el paso de radiación solar en invierno, a la caída de la hoja. La fachada oeste es mucho más discreta. La utilización del vidrio traslúcido (mediante conformados de U-glass) está motivada para dotar de intimidad a los laboratorios de ambos edificios. No utiliza elementos de control de soleamiento pues queda en sombra por la acción del edificio vecino.
El espacio más plástico del proyecto es sin duda el porche diáfano de planta baja. Es evidente el guiño que establece el edificio con ejemplos modernos señalados, con el uso del hormigón a tabla y la ausencia de elementos que interfieran la continuidad espacial, fundamentalmente gracias al “huevo” de instalaciones que comunica, como un cordón umbilical, el sótano con las plantas superiores. El respeto hacia el edificio existente, y sobre todo a su parte más pública, su hall de entrada, se produce al permitir la continuidad visual a través de este espacio diáfano, que enmarca, con su doble altura hipóstila, la visión a través de él.
Miguel Martínez Monedero, MM-arquitectura.