La construccion de la parada de tranvia supuso una gran oportunidad para devolver a la ciudad un espacio que le habia sido sustraido: convertir una rotonda de circulacion en una nueva plaza para la gente.
Mediante un sistema fractal de caminos que sortea la vegetacion existente se accede a los andenes. Sobre ellos, dos cajas porosas de 36 metros de longitud, 3 metros de ancho y 2.5 metros de alto, se situan ligeramente por encima de las cabezas del viajero que espera el tranvia, para generar la mayor cantidad de sombra posible.
Las paradas buscan contactar lo minimo con el plano del suelo para no entorpecer las circulaciones. Por eso se reduce el numero de soportes a tan solo dos comprimidos y dos traccionados. El resultado son dos piezas flotando en perfecto equilibrio estructural, gracias a sus 800 perforaciones circulares que la aligeran al mismo tiempo que le confieren resistencia frente a las tensiones normales. La luz y el aire atraviesan sus poros, suavizando la sombra y ofreciendo una brisa en los meses de verano a la vez que generan una menor resistencia al viento.
Los caminos encierran entre si suaves bulbos de cesped natural. La plaza es una combinacion de acero, hormigon y cesped: un jardin romantico moderno.
De noche se convierten en dos potentes lamparas que iluminan directamente al anden. Su luz escapa por los agujeros, que la hacen visible desde la distancia en la oscuridad. Los bancos se situan vinculados a los caminos, permitiendo al usuario esperar al tranvia en contacto con la vegetacion, alumbrando suavemente el recorrido a modo de pequenas luciernagas.