Se trata de un edificio de apoyo a unas instalaciones deportivas en expansión situadas en la Isla de la Cartuja. El nuevo equipamiento, destinado a albergar nuevos vestuarios, gimnasio, cafetería, restaurante y club social, pretende ordenar y caracterizar el conjunto, ejerciendo como elemento de articulación entre los diferentes usos del complejo. El resultado es un prisma alargado, que recupera la alineación que dibujaba una desaparecida hilera de álamos, del que emerge un cuerpo que mira hacia el Estadio Olímpico y los campos de rugby, generando un jardín acotado, claro, desde el que orientarnos. Este espacio, al que se vuelcan la cafetería y el gimnasio de planta baja, esta destinado a convertirse en escenario social, punto de encuentro de deportistas y visitantes.
El programa se organiza en tres niveles: una planta sótano, excavada, construida con hormigón y cerámica; una planta baja, horizontal y permeable, que recurrirá a porches, pérgolas y vegetación para diluirse en el paisaje de las pistas colindantes; y una planta alta trabajada desde la sección, aérea, en la que aparecerán tres huecos precisos que buscarán vistas sobre el campo de golf, las pistas de rugby y la cornisa del Aljarafe. La necesidad de poder utilizar cada parte de forma autónoma, sin interferencias, o conjunta, nos dirigió en el diseño de la estructura de recorridos que da forma al edificio. El objetivo es conciliar deseos aparentemente contradictorios: de una parte entender el edificio como un paisaje rico y complejo que se sume a través de una relación de continuidad con la actividad deportiva, de la otra generar una forma clara que aporte la carga iconográfica necesaria para redefinir la identidad del conjunto.
Se busca cierta homogeneidad y silencio en la combinación de los materiales, queriendo ser telón de fondo de la actividad del centro y de la vegetación que completará el proyecto en la segunda fase. Los paneles grises de GRC, la chapa galvanizada de cubierta y zócalo, la solería exterior de hormigón y las lamas de aluminio anodizado, matizan el aspecto monolítico de la edificación al moverse dentro de una misma paleta cromática pero reaccionando de forma diversa a la luz natural. De este modo el edificio reflejará sutilmente las variaciones del día y las estaciones del año, ofreciendo una presencia amable y serena en el jardín.